Amadeo Gabino

Amadeo Gabino, como le gusta decir a-su paisano Joan Fuster, es vecino del Mediterráneo. En su vida y su obra se descubre ese vago patriotismo mediterráneo. Y es que, al margen de los innumerables tópicos y bagatelas sobre este mar, persiste sin duda una cultura costera de aguas claras y liberales. Dicho con todo el peligro de los lugares comunes: sobre la tierra y el mar Mediterráneo, hay un espíritu tensado por una luz de mediodía y un determinado y determinante afán discursivo.

Al suceso de haber nacido en estas tierras, hay que añadir un determinante familiar: su padre es el escultor Alfonso Gabino, de vigorosa personalidad. Si la vocación artística tuviera o pudiera tener alguna fisura, algún titubeo, la presencia de su padre, la vida iniciada e intensamente vivida en su taller, le ha servido de reafirmación. Esto, tal vez, llegue a explicar que Gabino jamás ha dudado en ningún momento de su vida de su escultor. Nunca ha pensado en ser otra cosa. Toda su lucha estará centrada en su desarrollo y perfeccionamiento, en la constatación de su mismidad de ser escultor, de cómo llegar a serlo, jamás de serlo.